La oferta de poesía tokenizada continúa creciendo en los mercados NFT

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«¿Qué oficio es ser poeta? ¿Dónde dice “se busca poeta, buena remuneración”?», le preguntó con sarcasmo la Muerte a Oliverio Fernández mientras le buscaba trabajo entre los anuncios de un periódico durante aquella famosa escena de la película argentina El lado oscuro del corazón. Hoy, cualquier amante de los versos podría responder a tales preguntas con una simple búsqueda en Google de la frase clave «poesía tokenizada» o “poesía NFT”.

2021 será recordado como el año en que el mercado del arte digital floreció. En lo que respecta al arte poético, podemos situar el hito transformador de este género literario en la venta por 525.000 dólares de un poema tokenizado el pasado mes de noviembre. Su autora, la británica Arch Hades, una poetisa consagrada en Instagram gracias a sus poemas de desamor, ha hecho historia con la transacción, a pesar de que el mercado de poesía NFT llevaba ya meses expandiéndose.

Pero, ¿qué es un NFT?

Un NFT es un Non Fungible Token (tokens no fungibles), un signo único e irrepetible basado en certificados digitales cuya autenticidad es garantizada por la tecnología blockchain, es decir, una serie de códigos y datos criptográficos que, al ser aplicados a cualquier archivo digital, los vuelven únicos e irrepetibles y los vinculan a su comprador de forma segura y unívoca. Su irrupción en internet ha desatado una especie de fiebre del oro. Para muestra, un botón: en noviembre el valor total del marketplace OpenSea, uno de los mercados NFT más populares, era de 10 billones de dólares.

Estos activos digitales se perfilan como el regalo estrella para estas navidades: según CBNS, millenials y gen Z ven en ellos no solo un detalle novedoso y original para poner bajo el arbolito, sino una inversión de futuro para toda la familia.  Para crear un NFT basta seguir las indicaciones dadas por Katherine Dozier, regente de The NFT Poetry Gallery, que explica cómo convertir un poema en un NFT en 4 sencillos pasos, a saber: crear un wallet, luego una cuenta en OpenSea, donde, tras haber acuñado el NFT, se procedería a colgarle la etiqueta de “se vende”.

Por su parte, el poeta navarro Jorge Dot recomienda dirigirse a la compañía española RedPill Ventures para producir un NFT. A ellos recurrió para hacer lo propio con su libro Los trabajos de la muerte, un libro de poesía tokenizada a través de Binance Smart Chain que cuenta con una tirada de 250 ejemplares digitales de los cuales, según se puede observar en la web, ya se han vendido más de la mitad. El precio es de 0,356 BNB, es decir, unos 187 dólares americanos. Para hacerse con uno de los restantes basta conectarnos con nuestra cryptowallet y efectuar la transacción.

El Renacimiento de la Poesía

Otro proyecto similar ha surgido en Italia, tierra de santos, navegadores y poetas. Se trata de Poetry Renaissance, Renacimiento Poético, “un movimiento internacional de poetas locos que creen que la poesía puede salvar el mundo”. Su fundador, el vate ravenés Paolo Gambi, cree que el mundo NFT está dando a los poetas una gran oportunidad de encontrar una nueva vida y que los nuevos espacios son una ocasión crucial para que todos recreemos este arte después de Gutenberg. Por eso ha querido lanzar la colección Cryptopunk Poetry, una especie de tributo a las más insignes figuras de este arte, desde Dante a Shakespeare, pasando por Whitman y Borges, donde “los versos atribuidos a cada poeta son una reelaboración criptográfica de su obra”.

En su concepción no han tenido nada que ver ni la inteligencia artificial ni los algoritmos, como ocurre en colecciones de poesía tokenizada como las pensadas por la Poetry Artificial Intelligence. “Ha hecho falta mucha imaginación para elegir a los poetas y reescribir sus versos en clave criptográfica. He dado vida a rostros de grandes poetas, acompañados de sus citas adaptadas al nuevo contexto, esperando no ser irrespetuoso y que la cosa sea apreciada por los coleccionistas”, explica Gambi en su sitio web.

Estamos, por tanto, ante iniciativas novedosas que por ahora prometen insuflar nuevo oxígeno a las musas y —quién sabe— cambiar las cosas para que todo aquel que sienta y escriba poesía pueda vivir honradamente de ella. Pero al mismo tiempo uno no puede dejar de oler avaricia en ese aire. La fiebre NFT, el negocio fácil, no ha hecho sino despertar una competición por ver quién acuña, por primera vez, la versión no fungible de tal o cuál tipo de género o subgénero artístico digital. En el caso de la poesía, se compite, pues, por ser el primero en haber lanzado el NFT del primer terceto encadenado, el primer soneto, la primera oda…

Todo este estado de cosas pone sobre la mesa varios interrogantes. ¿Crear poesía tokenizada es realmente la manera de resucitarla? ¿Recurrir a un lavado de cara digital es suficiente para suscitar nuevo y genuino interés en este género? ¿No estaríamos más bien poniendo el foco más bien en la novedad de tal soporte y no en la sustancia del mensaje que en él se escribe? ¿Dotaría nuevamente al oficio de poeta del prestigio que hasta la posmodernidad siempre lo caracterizó o acabaría por prostituirlo?

Dejemos que sea Jorge Luis Borges, compatriota del ficticio Oliverio Fernández, quien les de respuesta con los versos finales de su poema Jactancia de Quietud:

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