Lex metaversi

Pieles hápticas con que sentir un disparo o el cambio de temperatura del propio avatar al morir desangrado en un shoot’em up virtual. Headsets más ligeros. Smart-raybans de realidad aumentada con cámaras incorporadas. Lentillas AR, incluso. Robots con software inteligente. Humanos digitales, inmersión multisensorial y sobre todo, muchos satélites orbitando como locos por el espacio, haciendo posible con su 5G el mundo virtual que todas estas tecnologías están contribuyendo a volver cada vez más real.

Todavía no se conoce la fecha de la llegada de la capacidad de cómputo necesaria para usar los metaversos masivamente y en tiempo real. Unos dicen 5 años, otros 10. Equis. A la vista de los billones que las grandes tecnológicas están invirtiendo en su creación, lo que está claro este mundo paralelo ya es una de las variable predominantes de cuantas determinan el rumbo de la economía del futuro.

Muchos se oponen a los metaversos, y con razón. Recientemente el Financial Times revelaba que Meta ha patentado múltiples tecnologías para utilizar la información biométrica de los usuarios con el fin de volver más realista su experiencia. Según el periódico, Zuckerberg quiere sacar partido a Meta con publicidad “hiperdirigida”.

El uso masivo de la tecnología 3.0 implicaría un aumento de las categorías de datos generados por el individuo. Expresiones faciales, inflexiones vocales e, incluso, constantes vitales… Todo quedaría registrado en una especie de caja de Skinner virtual donde el dato es procesado por algoritmos con un sesgo psicológico capaz de monitorizar la conducta de cada usuario. Sabiendo dispensar el estímulo publicitario más adecuado según el caso y perfil psicológico, Meta daría siempre en la diana de las necesidades de sus ciudadanos. 

El abogado Brittan Heller le decía a Financial Times que su «mayor temor es que el metaverso permita esta segmentación publicitaria basada en nuestras respuestas biológicas a los estímulos”. «La mayoría de la gente no sabe lo valioso que es esto y hoy no hay ninguna ley que prohíba esas prácticas», advertía Heller.

Por su parte, el doctor Louis Rosenberg, de Unanimous A.I, dice que no teme a la tecnología, “sino al hecho de que las grandes corporaciones puedan utilizar la infraestructura del metaverso para vigilar y manipular al público a niveles que hacen que las redes sociales parezcan pintorescas”. Por este motivo, para evitar que la tecnología moldee azarosamente la psique del hombre del futuro sostiene que el metaverso ha de ser “agresivamente regulado”.

Ante tal panorama Rosenberg cree que “tenemos que restringir el nivel de monitorización permitido en el metaverso”. “Tendrán acceso a dónde vamos, qué miramos, con quién hablamos, incluso qué tocamos. No se les debería permitir almacenar estos datos más allá de los breves periodos de tiempo necesarios para mediar en cualquier experiencia que se simule”, sentencia. Para ello, Stephanie Hurlburt y Rich Geldreich plantean comenzar por la creación de una constitución metaversal, un marco legal que garantice el respeto a los derechos humanos y al que se adhieran todas las comunidades.

La ONU se hace muchas preguntas sobre este fenómeno tecnológico global: ¿a qué velocidad impactarán los metaversos en la vida cotidiana? ¿Cómo interactuará la sociedad con y dentro de este mundo virtual? En un mundo en el que la incitación al odio y el ciberacoso ya proliferan en la red, ¿debemos prever tendencias similares? ¿Cómo se tratarán en el mundo real los delitos cometidos en el mundo virtual? ¿Cómo podemos establecer su jurisdicción legal? ¿Serán eficaces nuestros actuales sistemas de justicia penal en el metaverso, o tendremos que replantearnos la naturaleza de la ley? En definitiva: ¿estamos preparados para el metaverso?

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